La caída en el índice de precios al consumo del país norteamericano
por debajo del 2% -nivel que la Fed establece como referencia- y el
recrudecimiento de la crisis en Europa favorecen la activación del
helicóptero de Ben Bernanke, algo que podría dar como resultado un
rebote en el mercado de renta variable estadounidense.
En el parqué de la New York Stock Exchange, las aspas del helicóptero pilotado por el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke,
comienzan a sonar entre la vorágine desatada, no sólo por el
recrudecimiento de la crisis en el Viejo Continente, sino por las
evidentes señales de desaceleración que se atisban en la economía norteamericana.
A finales de semana conocíamos como el IPC caía en el mes de
mayo hasta el 1,7 por ciento, quedando así por debajo del rango del 2
por ciento que la Fed establece como referencia para activar su bazoca
de liquidez. Al mismo tiempo, las peticiones semanales de subsidio por desempleo subían hasta las 386.000 solicitudes.
De momento, a la espera de que la próxima semana el banco central
estadounidense dé a conocer algún tipo de detalle sobre el asunto, la renta variable de Estados Unidos podría estar cocinando su particular rebote. "Observamos un alza a corto plazo que
llevaría al S&P 500 hasta los 1.325 y los 1.345 puntos, en un
rally que señala una corrección durante las próximas semanas" asegura
Michael Krauss, analista técnico de JP Morgan Chase. Según sus
previsiones, el indicador podría subir hasta los 1.400 puntos antes
de experimentar una mayor caída que podría hundirlo hasta los 1.220
puntos durante el tercer trimestre de este mismo ejercicio para después
comenzar un nuevo ciclo alcista. En Ecotrader, el portal de estrategia
de inviersión de elEconomista la resistencia del S&P se sitúa en
los 1.335 puntos.
La posible explosión a corto plazo está motivada principalmente por la euforia que despierta una nueva oleada de estímulos por parte de la Reserva Federal.
Neel Kashkari, responsable de renta variable de Pimco, aseguró el
pasado jueves durante una mesa redonda patrocinada por Bloomberg que la
Fed prepara ya su tercera entrega de Quantitative Easing ya que la
economía "se ralentiza". Otros factores mencionados por Kashkari
implican precisamente una caída de la renta variable en el país.
Sin embargo, otros expertos, como Robert Doll, estratega jefe de
Blackrock, indican que Bernanke y sus chicos podrían esperar algo más
antes de activar el "seguro de emergencia" que supone el QE3, del
que se desconoce si llegará en forma de compra de activos e hipotecas
como sus hermanos mayores el QE1, aprobado en 2008, y el QE2,
implantado a mediados de 2011.
De todas formas, en una nota a sus clientes, Byron Wien,
vicepresidente de Blackstone, determinó que tras las pérdidas superiores
al billón de dólares experimentadas por la renta variable de EEUU, los
inversores cuentan con efectivo suficiente para volver a entrar en el mercado
y determina que "es seguro" comprar. "El mejor momento para comprar
acciones es cuando existe cierto sentimiento de aversión y eso es lo que
sucede ahora mismo".
Para Kashkari, los inversores interesados en la renta variable de
EEUU, "deben seguir centrándose en compañías con balances sólidos que
operen en mercados de mayor crecimiento, incluyendo también aquellas que
paguen dividendos saludables", dijo en una nota distribuida por
Pacific Investment Co, con sede en Newport Beach, California.
Un flotador de 500.000 millones
La pregunta que ronda la mente de muchos es qué forma tendrá el
próximo flotador de la Fed. Desde Capital Economics señalan que la Fed
sólo cuenta con 180.000 millones de dólares en bonos del Tesoro a corto
plazo para vender por lo tanto, una Operación Twist como la aprobada
hace meses, sólo garantizaría una duración de seis meses. Es por ello
que, al igual que afirma Jay Hatzius, economista jefe de Goldman Sachs,
el QE3 llegará en forma de compra de bonos e hipotecas, por un total aproximado de 500.000 millones de dólares algo que garantizará "un impulso a corto plazo para los mercados financieros".
Cabe recordar que la crisis financiera que acabó con Lehman Brothers y desembocó en la
bautizada como "Gran Recesión", hizo que la Fed se viera obligada a reactivar la actividad económica mediante la compra de
2,3 billón dólares en bonos del Tesoro entre diciembre de 2008 y
junio de 2011, en dos rondas de flexibilización cuantitativa, conocidas
como QE1 y QE2.
Posteriormente, la Reserva Federal programó la compra de 2.250 millones de bonos con expiración entre febrero de 2036 y mayo de 2042 como parte del plan Operation Twist,
un programa para reemplazar 400.000 millones de dólares en bonos a
corto plazo por bonos a largo plazo con el fin de mantener bajos los
costes de los préstamos.
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